miércoles, 31 de agosto de 2011

En la cumbre del Bastiments (2.883 mts)

Hacía más de un año que tenía previsto coronar esta cumbre, en principio no era más que el segundo objetivo de una expedición más ambiciosa ya que en la planificación del proyecto el Pic de l’Infern era nuestra meta y el Bastiments lo había considerado como una cima secundaria.
Después de varios aplazamientos, por fin llego el día de iniciar la aventura. Logre convencer a Emilio, Toni y Antonio para que nos acompañasen, para ser sincero a Emilio y Toni más que convencer tuve que engañar.

El caso es que el domingo 16 de enero allí estábamos los cinco preparando el material y el equipo en un parking a 20 minutos del refugio de Ulldeter.

La previsión era de buen tiempo con temperaturas alrededor de los 5º C, el cielo despejado. Mucho viento, incesante, tanto que llega a ser muy molesto. Poca nieve, las altas temperaturas de los últimos días han fundido gran cantidad y la que no han podido fundir se ha convertido en hielo o es nieve dura, las raquetas no hacen falta así que nos evitamos el tener que cargar con ellas, al contrario que los crampones que resultan imprescindibles.

El camino hasta el refugio lo hacemos sin utilizar los crampones, es poca la distancia, un kilometro poco más o menos, pero ya nos damos cuenta de que es necesario colocárnoslos cuanto antes, pues aun ayudándonos con los bastones son frecuentes los resbalones.
Desde el refugio y ya con los crampones colocados empezamos a caminar en dirección al Coll de la Marrana, el ritmo es bueno y la pendiente muy suave, avanzamos cómodamente sobre todo tipo de terreno; piedras, pasto, hielo, nieve dura y ocasionalmente sobre zonas muy pequeñas de nieve menos compacta, lo que hace que nuestros pies se hundan unos 20 centímetros.
Hasta ahora nada se interpone entre el sol y nosotros, pero a medida que nos acercamos al collado entramos en la sombra que proyecta el Gra de Fajol y la pendiente se hace más fuerte igual que el viento que hace que la sensación térmica disminuya algunos grados la temperatura.
Para reponer algo de fuerzas hemos optado por el socorrido bocadillo, normalmente en este tipo de excursión es lo más práctico para comer, aparte del bocadillo también llevamos barritas energéticas, geles de glucosa, galletas, frutos secos y complementos hipercalóricos. Para beber además de agua, tenemos zumos y en termos leche caliente con Colacao. Una bebida caliente es una buena aliada a la hora de combatir el frío.

A la hora de preparar la comida que vamos a consumir, hemos de tener en cuenta el tiempo; pues si nieva o hay una ventisca es complicado parar y rebuscar por la mochila o preparar cualquier alimento. Por eso siempre es recomendable que por lo menos una parte de los alimentos se puedan consumir sobre la marcha y bajo cualquier situación.
El sendero esta en muy mal estado, barro, hielo y agua se mezclan a lo largo del trayecto por el paso continuado de montañeros que lo transitan en ambas direcciones, es mejor caminar sobre las rocas aunque sea lo más parecido a subir una escalera de peldaños inestables e irregulares de varios cientos de metros.
Ya estamos cerca de la cumbre, por encima de la cota 2800, es el asalto final, donde la montaña aprovecha una buena cantidad de nieve, hielo y viento como la última línea de defensa, el último aliento que igual que a nosotros le queda, intenta así un esfuerzo vano para evitar ser conquistada.
Cuando por fin nuestra vista se levanta por encima del horizonte descubrimos que la montaña todavía no se rinde y nos sorprende con una falsa cima tratando de evitar lo inevitable, a modo de señuelo se alza una cruz y un hito, la montaña mantiene la lucha, si queremos poner los pies sobre su cima aun tendremos que caminar unos metros más hasta alcanzar el vértice geodésico, establecido en el punto más alto, la frontera ente el cielo y la tierra.
Es casi mediodía cuando alcanzamos la cumbre, el viento sopla con fuerza, todos estamos muy contentos, después de casi cuatro horas de ascensión hemos coronado otra cima, se vuelve a repetir la agradable y efímera sensación de triunfo, de bienestar, una recompensa intangible algo espiritual que solo a quien realmente le gusta la montaña puede disfrutar.

Nuestra hazaña ya concluye, el alcanzar la cumbre no es más que la mitad del recorrido, siempre queda el regreso, que a veces resulta la parte más dura y fatigosa. El camino de vuelta lleva consigo la ingratitud de no ser ni mucho menos tan épico como el camino hacia la conquista de la cumbre. Si bien bajamos pensando en cual va a ser nuestra próxima cima a conquistar.

Todavía nos quedan infinidad de montañas por coronar, paisajes que descubrir y aventuras que compartir. 


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